Los mandalas tienen la capacidad de sostener acompañar y proteger a la persona cuando nos entregamos a ellos.
La autoestima genera alegría de vivir, permite que nos aceptemos tal como somos, que nos amemos a nosotros mismos y que amemos a los demás.
Es un valor frágil y mutable que aumenta cuando vivimos respetando nuestros propios valores y que disminuye cuando nuestro comportamiento no está en coherencia con ellos. A lo largo de nuestra vida, puede haber sido dañada o afectada por varios motivos.
Aunque no es un puente directo a la felicidad, nos ayuda a ver el talento que tenemos en nuestro interior, apreciar el ser único y especial que somos, apreciar lo que hacemos y a sentirnos felices con ello.
A través de los mandalas podemos restaurar los conceptos erróneos que tenemos de nuestro Ser, perdonar y perdonarnos. El perdón es la llave para abrir la compasión y soltar sentimientos de reproche o amargura.
Mientras pintamos mandalas, nos predisponemos para soltar las cargas del pasado, adquirimos más consciencia de la capacidad de amar, aceptarnos y asumir la responsabilidad de la propia vida y felicidad.